La quitina no es una proteína
No todas las
biomoléculas cuyo nombre terminan en “ina” son proteínas, un ejemplo es la quitina.
¿Qué es la quitina entonces? Se trata de un hidrato de carbono, más
precisamente un polisacárido. Y es una de las sustancias biológicas más
abundantes sobre la Tierra.
Esto pinta ser una
pesadilla de prefijos y demás, pero no es para tanto. Un polisacárido en una
macromolécula (macro = grande) formada por muchos (poli = muchos) monosacáridos
(mono = uno) en este caso llamado acetilglucosamina. Es decir, muchas
moléculas de acetilglucosamina se unen una detrás de otra para forman una
suerte de “trencito” y dar una molécula mucho más grande: la quitina (figura 1).
Figura 1: Muestra de dos acetilglucosaminas unidas;
esto mismo repetido muchas veces constituye la quitina.
Esta estructura fue descubierta por Albert Hoffmann en 1929 (Figura 2). Hoffmann
estudió química porque estaba interesado en desentrañar las estructuras de
moléculas biológicas y vaya que empezó bien; su trabajo con la quitina le llevó
solo tres meses y fue su tesis de doctorado. Hoffmann es el mismo investigador
que años después sintetizaría, de casualidad, una de las sustancias
alucinógenas más potentes: el LSD, pero esa otra historia.
Figura 2: Albert Hoffmann
Figura 3: Encabezado de la tesis doctoral de A. Hoffmann.
Dice algo así como: “Degradación enzimática de la quitina y el quitosano”
Decíamos que la
quitina es muy abundante y la razón es que forma el exoesqueleto de todos los
artrópodos (insectos, crustáceos, arácnidos y demás bicharracos), además de
formar la pared celular de las células de todos los hongos. Usted dirá, ¿tantos
hongos y artrópodos hay? Sí, definitivamente la biomasa de hongos y artrópodos
supera por mucho a la biomasa del resto de los animales (ni hablar de la
escasísima biomasa que representamos todos los humanos en una misma balanza).
Por último, al igual
que la celulosa (otro polisacárido), las uniones entre los monosacáridos es de
un tipo que impide que nuestras enzimas digestivas puedan romperlas, de modo
que no digerimos ni la quitina, ni la celulosa. En definitiva, las dos biomoléculas más
abundantes de la biósfera no constituyen una fuente de alimento para nosotros
los humanos (sí para otros organismos).
Pablo Otero
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